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18/5/16

Un camino que quedará para el recuerdo...

camino-rocio

Hola, Finuc@s!

Supongo que os daríais cuenta (espero...), pero la semana pasada falté a mi cita con el blog por un motivo muy importante, para mí, por supuesto, y era el inicio del camino hacia el Rocío, una experiencia que vengo repitiendo en los últimos años y que me sigue sorprendiendo y llenando de vivencias nuevas por mucho que parezca que siempre va a ser lo mismo.  Ni muchísimo menos.  Dicen que todos los caminos son diferentes, y está más que comprobado que es cierto.  Todos son distintos, nunca nada es igual, pero es que en este 2016 se han superado todas las expectativas posibles...



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Como ya sabéis que a través de este blog me gusta compartir con tod@s las cosas que me gustan y que me apasionan, no sólo la costura,  contaros un poquito de ese camino del Rocío se ha convertido ya en una cita obligada de todas las primaveras, y en esta ocasión, que todo ha sido tan especial y diferente, no iba a ser menos.  A mí me gusta caminar con la Real Hermandad de Emigrantes de Ntra.Sra. del Rocío de Huelva, una hermandad no excesivamente grande, muy familiar y muy acogedora, y con una gran tradición rociera a sus espaldas.


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Si tuviera que resumirlo todo en dos palabras, serían agua y fervor.  Agua, porque ha sido la auténtica protagonista de los caminos de todas las hermandades, agua que caía torrencialmente desde el cielo, enfangaba y llenaba de barro y charcos los caminos, y que consiguió que este año se tomaran medidas excepcionales para garantizar la seguridad y el discurrir normal de la romería del Rocío.


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Y fervor en los corazones de los peregrinos, que, calados hasta los huesos, a pesar de los chubasqueros y los plásticos que cubrían sus cuerpos, seguían adelante sin dudar ni un segundo en ir dejando atrás kilómetros y kilómetros para estar cada vez más cerca de la aldea almonteña.


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Yo entiendo que, quien no siente esta devoción por la Virgen del Rocío, quien no haya conocido jamás lo que es hacer un camino (casi siempre con calor, mucha calor que hasta hemos echado de menos...), quien no haya vivido esos momentos tan especiales y únicos que se suceden alrededor de la carreta de un Simpecado, pueda pensar "¿quién les mandará meterse ahí?" o "que se hubiesen quedado en su casa, si lo que van es a divertirse...".  Qué equivocados están...


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Tengo que confesar que yo alguna vez también lo pensé...  Incluso la primera vez que hice el camino y me vi sofocada por el calor y derrotada por el cansancio, pensé "¿pero qué hago yo aquí?", "¿qué necesidad tengo yo de esto?"  Porque en el camino de los peregrinos de a pie no hay vino, ni comodidades, ni juerga...  Lo que sí hay es un sentimiento de empatía, de unión, de hermandad con personas a las que no conoces de nada y que caminan a tu lado y te tienden una mano para llegar juntos a cumplir un objetivo:  llevar la carreta del Simpecado hasta la ermita almonteña.  Y son sentimientos que te calan más hondo que el agua, te marcan y te crean la necesidad de volver a sentirlos cada primavera.  Si no habéis caminado nunca junto a una hermandad, con calor o con frío, con lluvia o con sol, puede que os cueste imaginar de lo que hablo.


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Esta vez no fue el calor, sino el frío y la lluvia, los que unieron aún más a los peregrinos de Emigrantes, esa hermandad con la que hago el camino, igual que pasó en el resto de hermandades rocieras.  Ni atravesando espesas cortinas de lluvia, ni pisando charcos embarrados, ni sintiendo el frío y la humedad, esos peregrinos dejaban de esbozar una sonrisa, contar algún chascarrillo para levantar el ánimo a los compañeros y tomarse la adversidad con humor, que es lo único que les quedaba...


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Había quien preguntaba si alguien había traído bronceador o quien repartía mantecados y dulces de Navidad para reponer fuerzas, y te quedabas pensando en cómo podían seguir con ese talante alegre y con las bromas en medio de tanta adversidad metereológica.  Pues, simplemente, porque estaban cumpliendo con la ilusión y el sueño guardado durante todo un año: el de caminar hacia el Rocío para cumplir su promesa, y no les importaba nada más.  De verdad que es difícil explicar con palabras tantos y tantos momentos vividos por los que merece la pena estar ahí, compartiendo con ese grupo de gente maravillosa la experiencia del camino.


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Siempre me habían dicho, personas que ya habían hecho el camino otras veces, que esto engancha, que una vez que empiezas a hacerlo sientes todos los años el deseo de volver, pero nunca pensé que fuese tan cierto.  Nunca había consultado tanto la predicción metereológica, hasta dos y tres veces diarias, deseando que cambiasen los nubarrones grises de sitio y no cayese agua en el momento de echarnos a caminar.  Pero ni esos augurios tan negros nos quitaron las ganas.  Ahí estábamos todos dispuestos a enfrentarnos a lo que fuese.  Y lo que tengo muy claro, es que el año que viene, llueva, truene, al Rocío se viene.  Y si hace sol y calor, pues mejor.

Por eso, en el momento en el que el cielo nos daba una tregua, los peregrinos de Emigrantes aprovechaban para pararse a rezar, cantando y bailando, a los pies de la carreta, dando gracias por estar ahí, a pesar de los pesares, contra viento y marea...





Si el tiempo hubiese acompañado, este post hubiese estado hoy lleno de fotos llenas de sol y colores, de vestidos de volantes y trajes de corto pintando la más típica estampa rociera.  En lugar de eso hay colores grises en el cielo, plásticos y chubasqueros y peregrinos con los pies llenos de barro por atravesar caminos, a veces, impracticables.  De hecho, las autoridades del Plan Romero decidieron cambiar algunos itinerarios tradicionales para llegar a la aldea ante la imposibilidad de que pudiesen cruzarlos los peregrinos, y eso hizo que muchas hermandades recorrieran muchos más kilómetros, rodeando las zonas inundadas, y llegasen a las tantas de la madrugada al Rocío...  Pero siguen siendo igualmente imágenes que guardan vivencias especiales y únicas de un camino...diferente.


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Y esto es todo lo que tenía que contaros hoy.  Tenía preparadas unas camisetas muy chulas para estrenar en el camino, pero como debajo del chubasquero no se iba a ver, al final no me las puse, así que mejor las guardo para enseñarlas otro día.  Qué se le va a hacer... ¡será por días! Desde aquí, con mucho menos barro que en las fotos, os mando un millón de besos y de gracias por haberme acompañado, virtualmente, en este camino para el recuerdo.  Nos leemos la semana que viene.  Chao!


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