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22/6/16

Bajo el sol del Algarve...

capazos-decorados-flamencos-personalizados


Hola, Finuc@s!

Estaba esperando ansiosa que llegara el comienzo del verano para poder empezar a publicar posts de capazos de playa, porque otra cosa no, pero este año tengo una colección enooooorme de capazos decorados, unos personalizados, otros flamencos, pero todos llenos de alegría y de color, y hoy voy a dar el pistoletazo de salida presentando a tres de una sentada, tres capazos a los que he llamado "Tanguillo", "Canastero" y "Beetle", por aquella manía que me ha dado de ponerle nombres a mis diseños (como la empresa sueca ésa que tod@s conocemos...)

Y para no perder costumbre, esta presentación en sociedad irá acompañada de una historia llena de anécdotas, porque hoy vais a ver mucha foto, pero las vais a ver de milagro...

Corrían los últimos días del mes de abril cuando en casa empezamos a planear una escapada para el puente del primero de mayo: iba a ser un fin de semana más o menos largo, la predicción del tiempo era inmejorable y coincidía con la celebración del Día de la Madre y de nuestro aniversario de boda, así que todo hacía preveer que los astros se habían alineado a nuestro favor.

Buscando por internet un sitio al que escaparnos, fuimos a recaer en la web del Apartahotel Balaia Sol Holiday Club, en Albufeira (Portugal), un lugar relativamente cercano pero que nos permitía alejarnos lo suficiente como para desconectar de la rutina diaria y cambiar de aires. ¡Ja!  Desconectar dice...  Lo primero que se me ocurrió cuando vi la galería de imágenes de la web fue pensar en las fotos tan bonitas que podría hacerle allí a mis capazos...menudo reportaje...


Y ni corta ni perezosa, me puse las pilas y terminé un par de capazos que tenía pendientes, los empaqueté y ale, para el maletero del coche!  Las caras de mi familia eran todo un poema..."¿te vas a llevar todo eso? ¿para qué? ¿pues no íbamos a descansar y desconectar de todo?"  Yo me tapé los oídos, me puse las gafas de sol para despistar y tiré para delante como si la cosa no fuera conmigo.  Yo me llevaba los cestos sí o sí, y les hacía unas fotos monísimas de la muerte que iban a quedar luego de lujo en el blog.  Oportunidades como ésta no se pueden dejar escapar.

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 Lo primero que me propuse, porque me conozco, fue no darles mucho la lata (porque son unos rencorosos que luego te lo echan todo en cara, ufff...) y busqué un momento apropiado para "escaquearme" e irme a hacer las fotos.  Pero como en el fondo son buenas personas (mi familia, digo), fueron colaboradores y me acompañaron a hacer las ansiadas fotos por todo el recinto del club, que, como podéis ver, se prestaba fantásticamente para hacer un millón de tomas distintas desde muchos sitios diferentes.

La más voluntariosa fue mi hija Judit, y ahí empezaron mis problemas.  "Deja, Mamá, que yo te las hago, que es el día de la Madre y yo te quiero ayudar"...  Lo que vino después fue una discusión detrás de otra.  "Judit, no te vayas tan lejos, que tienes que fotografiar producto, no el cielo azul", "Judit, no te pongas frente al sol que deslumbras el objetivo de la cámara y no sale la foto", "Judit, no te pongas a hacer tonterías que esto es serio, esto es trabajo!!!". 

 Ahí se desencadenó la tragedia.  Fue el principio del fin.  "No, si yo ya sabía que no puedo contar con nadie, que todo lo tengo que hacer sola, si yo pudiera me las apañaba y no os llamaba a ninguno!"  Si veis mi cara seria en las fotos, no es porque una no quiera posar con naturalidad, es porque estoy blasfemando mentalmente todo lo que podía y más.  Si en aquél momento hubiera podido coger a la niña y...  Pero, claro, había otros huéspedes paseando por allí (todos ingleses) y hubiera sido difícil cometer un crimen sin testigos.

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Capazo "Tanguillo"
 En la parte trasera del complejo había un patio con una colección de una especie de carros y aperos de labranza, supongo que típicos de esa zona del Algarve portugués, y me venían que ni pntados para utilizarlos de atrezzo, eso sí, siempre y cuando esquiváramos a los huéspedes que habían empezado a sentarse cómodamente en sus terrazas para contemplar el espectáculo que estaba dando yo con los capazos.  En ese momento mi enfado había alcanzado tal magnitud, que Judit pensó que era un buen momento para bajarse del burro y hacer las paces, y de paso, colaborar un poco mejor con la diseñadora-diva... De ahí salió una de las fotos que le hicimos a "Tanguillo", un capazo flamenco con tacones azules.

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Capazo "Beetle"

En vista de que el público se nos iba agolpando, y como todavía era una hora temprana, decidimos trasladar el set de fotografía hacia la zona de piscineo...  Agarra todos los cestos y múdate para otro sitio, murmurando por lo bajini todas las amenazas del mundo mundial para que la niña colaborase.  Junto a la piscina infantil había unas jardineras preciosas, llenas de geranios y gitanillas, que me venían al pelo para camuflar entre ellas al capazo "Beetle", un cesto de estilo hippie titulado así por razones obvias:  lleva un coche "escarabajo" descapotable.  ¿A qué le hacía fotos la niña?  Al olivo que había detrás.  Y allí, como un puntito rosa, se veía el capazo.  Nueva discusión: "acércate, que se vea, que no te va a morder, por diosssss benditoooo!"


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Voy a hacer una pausa para serenarme: éste ha sido uno de los capazos que me han encargado algunas madres para regalar a las maestras en fin de curso, y por eso lleva bordados por dentro los nombres de todos los alumnos de Mariló, que es la maestra en cuestión.

Prosigamos.  Estábamos en la piscina ¿verdad?  Pues aquí vino otra genial idea de mi hija: "Mamá, qué te parece si me tumbo en el suelo, y poniendo la cámara a ras de agua, le hago las fotos a los capazos?  Así se ve también el reflejo." Esto de que estén todo el día en Instagram tiene un peligro...  Algo me estaba diciendo que corríamos un gran riesgo, porque en ese momento empezaron a darme casi taquicardias.  Pero le dije que sí.  Y la verdad es que las fotos le quedaron divinas, pero como no me fiaba mucho de lo que estaba haciendo, cada vez que hacía una foto me pasaba la cámara para que yo comprobara cómo había enfocado, y yo le devolvía la cámara otra vez.  Y me la volvía a pasar para que revisara.  Y se la volvía a dar otra vez.  Hasta que, yendo y viniendo, tuya-mía, mía-tuya, las dos soltamos las manos a la vez y la cámara cayó al fondo de la piscina infantil...

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Capazo "Canastero"
Todavía recuerdo aquella imagen como a cámara lenta... la cámara entrando suavemente en el agua, unas burbujitas que salían a la superficie y a Judit mirando el fondo de la piscina.  No sé por qué, pero me dio por correr en dirección contraria, me di cuenta y volví y le grité que metiera la mano en el agua y la sacara.  Me la dio y salí corriendo con ella para la habitación, olvidándome de los capazos, de mi hija y de mi marido que me miraban estupefactos.  Era la última foto de casi 150 que habíamos hecho, y pensé "las he perdido todas".

Parece ser (evidentemente fue así) que recogieron todo y se vinieron detrás de mí pensando que me había dado un telele, y me había dado de verdad, porque cuando llegaron a la habitación, yo ya tenía la cámara desmontada y la estaba secando con el secador de pelo que, por suerte, me había traído.

"Eso lo metes en arroz y a lo mejor lo salvas", sentenció mi marido.  "¿Arroz?  ¿Qué arroz?  ¿Tú crees que yo me voy de fin de semana cargada de arroz???????"  No era yo, era un alien depredador que quería comerme a toda mi familia, que me miraban sin dar crédito...


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Otro paréntesis: estos son los nombres de los alumnos de Sampe, que le han regalado este capazo a su profe para desearle un feliz verano.  No todo van a ser tragedias en este post, digo yo.

A lo que vamos.  El padre y la hija, viendo que era imposible consolarme, se fueron inmediatamente en busca de un supermercado en el que comprar un kilo de arroz para intentar minimizar los daños en la cámara y la tarjeta de memoria.  De hecho, preguntaron a la cajera si esa marca de arroz era buena para secar...  Y la cajera, portuguesa, debió de pensar "¿por qué vienen de vacaciones españoles locos como regaderas?"




Yo no quiero ni pensar lo que hubiese pasado si la cámara cae a esta piscina grande en lugar de a la pequeña, que sólo tuvo que meter el brazo y sacarla.  Os hubiéseis perdido el espectáculo de ver tirarse a la Fina de cabeza, vestida y todo, a buscar la cámara en el fondo.  Desde luego, los huéspedes ingleses, que ya empezaban a llenar la cafetería a esas horas, es lo que estaban esperando, sin lugar a dudas...  Pero se pudo evitar.


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Lo que fue del todo inevitable fue salvar la cámara.  La tarjeta de memoria sí, claro está, pero la cámara, nanai de la China...Vale que era una cámara sencilla, compacta, pequeñita, nada del otro mundo, pero, ostras, a mí me daba el havío, y si me querían regalar otra,  demonios, tampoco hacía falta que me ahogaran esta!  Pero sigo esperando la nueva, y eso sí, me han prometido que en cuanto vea una que se ajuste a lo que busco, me la compran.  Quieren que sea acuática, no sé por qué...


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Así que con mi cara de asesina a sueldo despido el post de hoy.  Si hay que sacar algo en positivo que sea que el Balaia Sol Holiday Club es un sitio súper agradable y tranquilo, que nos trataron excelentemente (teniendo en cuenta que veían a una excéntrica correr con capazos de aquí para allá) y que Quinta da Balaia, y Albufeira en su totalidad, es un sitio magnífico para retirarse a descansar, disfrutar de sol, con playas preciosas y gente muy amable.  Sin duda, para repetir.

Como habéis visto, ni descansar sé, qué le vamos a hacer, si me hicieron así.  Si os parece, quedamos por aquí la semana que viene, que seguro que habrá algo nuevo que contar.  Mil gracias por quedaros un buen rato leyendo y mil besos también.

P.D.: Sigo esperando mi cámara nueva...



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