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26/4/17

Entre flores y lunares




capazos-flamencos-personalizados



Hola, Finuc@s!

Hoy nos vamos al campo, ¿os apetece?  Pues venga, cogemos los bártulos y nos vamos al paraje natural de Doñana, que os voy a enseñar la nueva colección de capazos flamencos de Cá la Fina, a la que he titulado "Entre flores y lunares".




Y que conste que no os voy a llevar a un sitio cualquiera, que nos vamos a pasear por algunos de los lugares más bonitos que transitan las hermandades de la provincia de Huelva cuando peregrinan hacia el Rocío por el camino de Moguer.

Os voy a poner en antecedentes, porque como ya es costumbre en mí, las cosas no pasan así porque sí.  Todos los años, más o menos por estas fechas de primavera, organizamos en casa una salida al campo para pasar el día en familia, que las perras se desahoguen corriendo a gusto y relajarnos lejos del mundanal ruido.  Por eso nos gusta venir a esta zona, muy cerca de donde empieza el parque nacional de Doñana, porque es un lugar que acostumbra a estar muy tranquilo fuera de las fechas de romería, sin gente y sin bullicio, sólamente la naturaleza y nosotros.

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"Y ya que vas al campo, Finuca, que vas a estar tranquila y no va a haber mucho público,  ¿por qué no te llevas los capazos y les haces unas fotos?" me dije a mí misma.  Pues dicho y hecho.  Allá que preparé, junto con la mesa y las sillas de cámping, una bolsa con los capazos flamencos de la nueva colección, y para darle más ambiente, una falda y una blusa flamencas con "todos sus perejiles": que si las flores, que si los pendientes, que échate una barra de labios y un cepillo para retocarte, no te olvides de los botos...  Como la que va a hacer una sesión para una revista de moda, vamos.

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En lo que mi marido preparaba la tortilla, los filetes "empanaos" y la nevera, los niños ya tenían a las perras subidas en el coche y yo (con todo mi equipaje) también, y ale, rumbo a Los Bodegones, enclave forestal perteneciente al municipio de Almonte en el que, durante muchos años realizó su pernocta (o noche en el camino) la Real e Ilustre Hermandad Nuestra Señora del Rocío de Huelva, y donde ahora lo hace la Real Hermandad del Rocío de Punta Umbría.  Es, por tanto, un lugar de especial significado, en el que muchos rocieros onubenses pasan su última noche acompañando a su Simpecado, con sus carretas, remolques y caballos, antes de llegar a la aldea del Rocío.


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Lo que no teníamos previsto es la sorpresa que nos íbamos a llevar al llegar a Bodegones.  Andaba yo poniéndome mis flores más o menos en su sitio con el retrovisor del coche, cuando mi hija (y fotógrafa, todo hay que decirlo) sale corriendo y gritando "¡Mamá, Mamá, mira, caballos! ¡Y están sueltos!"  Cómo que caballos... Alzo la mirada y veo como un pequeño grupo de yeguas salvajes autóctonas de Doñana se acercan al galope hacia la zona en la que estábamos y, poco a poco, se detienen al vernos allí.  

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En aquél mismo momento empecé a flipar en colores.  Se me olvidaron los capazos, las flores y todos los bártulos, cogí rápido la cámara y nos acercamos sigilosamente a unos arbustos para poder verlos más de cerca, porque no todos los días se tiene la oportunidad de contemplar en directo un espectáculo así.  Se trata de la raza equina más antigua de Europa, los "caballos de retuertas", que viven en absoluta libertad en Doñana, lejos de las poblaciones cercanas, y que están especialmente protegidos. Una sóla vez al año, a finales de junio, logran reunir a todos estos ejemplares de raza marismeña en el Rocío para seleccionar a los mejores animales y de esa manera perpetuar la especie y conservarla, lo que popularmente se conoce como la "Saca de las Yeguas".


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Una vez que los caballos se fueron a seguir su paseo por las marismas, me repuse de la emoción y me acordé de que yo traía unos capazos y de que quería hacerles unas fotos ¿os acordáis también?  Pues nada, manos a la obra.  Pégale cuatro gritos a la fotógrafa, que andaba saltando por entre los matorrales cual cervatillo, y empieza a buscar sitios en los que poner los cestos y que salieran bien chulos en las fotos.  Ayyy, qué bonito es el campo...  Es una lástima que las fotos no tengan sonidos (y a veces, olores) porque la banda sonora de esta parte del reportaje era un zzzzzzzzzz de abejas polinizando las flores que ponía los vellos de punta!  "Judit, haz pronto la foto, que me quiero quitar de aquí, que las escucho muy cerca..."  


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Luego, si me véis seria en algunas fotos, ya habréis entendido por qué: entre el mosqueo de no saber por dónde andaban las abejas ("que no se me metan por dentro de la falda, por dios bendito..."), la miopía (no me pongo las gafas que no le pega a una flamenca) y el sol cayendo de plano, milagro ha sido que haya salido medio decente.  Ahí estoy yo, con mi capazo flamenco "Huelva" (en blanco y azul), otros a los que he llamado "Almonteña" y "Canotier" (con estampados florales en verde y burdeos), una nueva versión del modelo "Fandango" (rosa y verde) y los mellizos, "Cartuja" y "Jerez" (con lunares y flores en blanco y rojo). Hay quien me dice "ay, qué graciosa, les pones nombres".  Pues claro, así los reconozco, como a mis hijos ¿no? Poco a poco los estáis conociendo a través de las redes, y os los seguiré enseñando con más detalle, que hoy tengo mucha tela que cortar todavía...


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Cogimos de nuevo el coche, y por el camino forestal nos trasladamos de Bodegones a Los Cabezudos, otro lugar clave en el camino de las hermandades onubenses.  Mi camino es junto a la Real Hermandad de Emigrantes del Rocío de Huelva, también ubicada en la capital, y con Emigrantes pasamos por este punto poco antes de llegar al paraje de Gato, que es la entrada oficial a Doñana y donde comienzan las arenas, el último tramo antes de llegar al Rocío.


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Recuerdo que el año pasado, después de las lluvias torrenciales que estuvieron cayendo en los días del camino, este tramo estaba completamente inundado y hecho un barrizal, y deslucía bastante la belleza natural que tienen el arroyo y los eucaliptos.  Ahora está precioso, muy verde y con menos agua, afortunadamente, así que la fotógrafa aprovechó para lanzarme un reto: "si fueras capaz de saltarte el arroyo,  podía hacerte una foto bien chula al otro lado..." ¿Qué? ¡Ahora mismo!  Y allá que me salté un par de piedras y me coloqué en la otra orilla, en medio de la maleza.


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Cuando ya estaba allí la mar de puesta, a Judit se le ocurre decirme que tuviese cuidado, no fuera a salirme al paso algún "bicho" de ésos que se arrastran por el suelo... aayyyy... y que por allí andan como por su casa, porque, a ver, lo es al fin y al cabo.  Si entré rápida, más rápida salí de allí, tanto que me enganché en un árbol, se me cayó un pendiente (como a la Lola Flores), lo recuperé como pude de la charca y me puse a salvo.  Fue un milagro que no cayera de cabeza al agua (que a mi me pesa más la cabeza que el cuerpo, no digo más), y eso sí que hubiese sido una buena foto!




Pero por si no había tenido bastante con las abejas, los arroyos y los árboles, estuve todo el día peleando con otro obstáculo para ejercer de modelo estilosa: el afán de protagonismo de mis perras, Fosca y Hanna, que, desde luego,  es ver una cámara y no hay forma de que se aparten.  Que te buscas un árbol en el que apoyarte así, como quien no quiere la cosa, pues una que aparece sigilosamente por detrás de los capazos.  Que te sientas a la sombra para que se vea bien el eucaliptal, pues se sientan contigo porque a la sombrita se está muy bien, oiga, y ya ni se ven los capazos ni nada, se las ve a ellas y ya está.  En fín, que no hay forma de hacer las cosas medio normal ni medio tranquila.  Y así no se puede, no...


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Pues nada, hasta aquí las venturas y desventuras de esta bloguera costurera metida a "modelo", que menudas risas se están echando mis compañeras blogger a costa de esto, cuando me ven tan puesta.  Esto me pasa por hacer caso de las que me decían "estaría muy bien verte posar con tus creaciones".  Pues ahí me tenéis, jugándome el tipo, que no se diga que no pongo toda la carne en el asador.

El día de campo en familia dio mucho más de sí (pero no viene al caso ahora), y la verdad es que me lo pasé en grande, porque el escenario se presta para hacer fotos muy bonitas, mi familia tiene mucha paciencia conmigo y me ayudan y aguantan mis desvaríos todo lo que pueden, y ahora que los miro en las fotos, veo a los capazos todavía más bonitos y más lucidos.  ¿Será pasión de artesana o que realmente han quedado muy vistosos este año?  No sé, ya me daréis vuestra opinión en los comentarios, ¿os gusta la nueva colección?

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Espero que os haya gustado este post que parece sacado de un documental del National Geographic, y que me ha servido para presentaros los nuevos modelos de capazos flamencos de la colección 2017 de Cá la Fina.  Ahora emprendo el camino por las marismas almonteñas hacia el post de la semana que viene, que ya os anuncio que será un post de celebración con muchos regalos, tantos que ya los veo asomar allí al fondo a la izquierda, detrás de aquél eucalipto...  Muchas gracias por la visita y os espero pronto otra vez.  Un beso enorme, chao!


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