Hola, Finuc@s!
El otro día, a la vuelta del camino al Rocío, comentaba en Facebook "he faltado sólo dos días y parece que han sido dos meses!". Y es completamente cierto. Todo un año (que pasa volando) esperando para que lleguen las fechas de la romería, haciendo preparativos, planificando, organizando todo para desconectar esos dos días de camino, en los que parece que se para el tiempo, que el mundo no avanza, aunque sí lo hace, claro está... Y cuando vuelves a tu vida cotidiana, parece que ha pasado muuucho tiempo, y que todas esas vivencias quedan ya lejos...
Por eso me gustaría volver la vista atrás y recordar con vosotr@s algunos de esos momentos que quedan ya grabados en la memoria como recuerdos del camino al Rocío 2015...
Mi camino, nuestro camino
Esta es la tercera vez que hago a pie el camino que separa Huelva de la aldea almonteña, 60 kilómetros andando en buena compañía, porque no lo hago sola, lo hago acompañada de un buen grupo de amigos que va creciendo cada año, y entre los que están también mis hijos, Guillermo y Judit, y mi marido, Lolo, y por supuesto, bajo el amparo de la Real Hermandad de Emigrantes de Ntra.Sra. del Rocío de Huelva, la hermandad rociera a la que pertenezco.
Aquí nos tenéis, frescos como rosas (qué poquito íbamos a durar así), de derecha a izquierda, Pablo González Barajas, Guillermo García López, Sonia Barajas, Javi Martínez Barajas (su hermano Pablo se nos unió más tarde, estaba terminando un examen!), Lolo García Alfonso (agachado), Pepe González, Nuria Barajas, David González Barajas, una servidora y Judit García López. Lo que no se nos puede negar es que la media de edad es muy joven, a ver si así se nos pega algo a los más mayores... Y es que es un grupo muy familiar, formado por padres e hijos.
Este es uno de los muchos momentos en los que el Simpecado de Emigrantes recibe "petaladas" (lluvias de pétalos de flores) a lo largo de su recorrido por las calles de Huelva, antes de salir de la capital e iniciar su auténtico recorrido hacia el Rocío.
Ya metidos en camino, y después de 17 kilómetros de carretera, nos adentramos en el campo para empezar a caminar por pistas forestales, y a ratos nos vamos adelantando a la hermandad para disfrutar de la paz del paraje natural, sobre todo cuando, con el cansancio, nos cuesta más seguir el ritmo de la carreta del Simpecado. Es otra forma de vivir el camino, más personal e íntima.
El segundo día es el que esperamos con más ilusión y con más ganas. Ya hemos dejado atrás los 30 primeros kilómetros, la acampada nocturna en Tres Rayas (llena de vivencias también, pero más divertidas, con más momentos de humor y de fiesta que otra cosa), y otros 20 kilómetros hasta llegar al paraje de Gato, la puerta al espacio natural protegido de La Rocina, dentro del Parque Nacional de Doñana. Allí paramos para comer junto a las Hermandades de Gibraleón y Punta Umbría, y comenzamos el último tramo, el más bonito por sus paisajes y el más emotivo por la cercanía a la aldea...
Ya estamos llegando...
Como os podéis figurar, y sino, ya lo estáis viendo, las caras de los peregrinos de a pie no son las mismas de cuando salimos. Más de 50 kilómetros en los pies necesitan de un descanso y del fresquito del Arroyo de la Cañada, donde se encuentra el Charco, lugar en el que tradicionalmente se detienen las hermandades de Huelva antes de emprender el último tramo hasta el Rocío. Hasta allí nos adelantamos otra vez para ver llegar a la carreta del Simpecado, en medio de un halo de luz casi mágico...
En este lugar, además de "bautizarse" como rocieros a los peregrinos que hacen por primera vez el camino, se hace una parada para dar gracias por haber llevado el camino a buen término (queda muy poquito para llegar) y por estar un año más allí, se cantan las últimas sevillanas, cargadas de poesía y emoción y se reza la salve... No hace falta ser muy religioso para sentir cómo se te eriza el vello y desear que el tiempo se detenga y ese momento mágico sea eterno.
Yo siempre digo, desde mi ignorancia y mi humilde opinión, que momentos como éste van más allá de las creencias religiosas de cada uno, y como ya os dije antes, que no hace falta ser muy religios@ para que en momentos como éste tu corazón se llene de emoción, las lágrimas cubran tus ojos y quieras abrazar instintivamente a esas personas que no conoces de nada, pero que las has visto durante todo el camino tragar polvo, pasar calor, desfallecer empujando a su carreta. El esfuerzo es tanto, la voluntad es tan grande, el sentimiento es tan hondo... que si no se vive en primera persona, no se puede explicar...
No sé si se entiende lo que os intento contar, pero yo todavía me sigo emocionando al verlo en imágenes. No puedo decir más.
Ya de noche, con la candelería de la carreta encendida, y después de atravesar en la oscuridad la nube de polvo que van levantando los caballos por las arenas, que impide ver el camino que vamos pisando, llegamos a la aldea del Rocío, frente a la fachada de la ermita. Es el último momento de emoción y de despedida entre los peregrinos que han acompañado a su Simpecado de Emigrantes hasta terminar el recorrido, un momento en el que el cansancio, las lágrimas y la satisfacción se mezclan a partes iguales.
Aunque parezca mentira, estas son las mismas caras que empezaron el camino el día anterior: más sucias, más cansadas, pero más felices también. No tendrán el glamour de cualquier "postal" de la romería de el Rocío, pero tienen mucho de autenticidad... Aprovecho para darle las gracias a Nuria y a Pepe, que amablemente, me han cedido alguna de sus fotos para que os las enseñe. Lo siento, pero yo no puedo caminar, llorar, emocionarme y hacer fotos al mismo tiempo... así que me vienen muy bien estos colaboradores!
Para mí, personalmente, ha sido un camino muy especial, el primero que consigo hacer con mi familia al completo, porque en los dos anteriores siempre me faltó alguno de ellos a mi lado. Aunque me veáis hecha un "asquito", en esos momentos era la mujer más feliz y orgullosa del mundo junto a ellos, y siempre me sentiré afortunada por eso.
La entrada de hoy ha sido uno de esos posts "diferentes" que me gusta escribir de vez en cuando, en esta ocasión para dejar constancia, en este cuaderno de bitácora que es mi blog, de momentos importantes de mi vida, que disfruto y quiero compartir, y que, indudablemente, dejan huella también luego en mis diseños y mis prendas... Por cierto, aquí la camiseta está de pena la pobre, pero ya os la enseñaré recién terminada, que es cuando estaba más presentable!
Ahora toca guardar la ropa, el pañuelo y las medallas hasta el próximo año, hasta un nuevo camino con el que empezamos a soñar desde ya. Hoy más que nunca quiero daros las gracias por compartir estos momentos conmigo y mandaros millones de besos. Nos leemos el miércoles. Chao!