Hola, Finuc@s!
Barcelona es diseño, historia y vanguardismo que conviven a la vez, pero también es flamenco de raza: Barcelona es Carmen Amaya. Y las camisetas flamencas que protagonizan el post de hoy tienen algo de la genial bailaora catalana.
Decir que estas camisetas flamencas están inspiradas en la figura universal de Carmen Amaya es una osadía y un atrevimiento, ya lo sé, pero, como os he comentado algunas veces, y lo cuento también en el apartado "sobre mí" de este blog, aunque nací en Barcelona, yo crecí en un ambiente principalmente andaluz y flamenco, y en mi casa se ha escuchado y se ha vivido siempre mucho cante, mucho baile y mucho toque de guitarra. Desde chiquitita siempre fui muy aficionada al baile flamenco, y me crié contemplando y admirando en discos y películas el nervioso taconeo de este genio universal.
Decir que estas camisetas flamencas están inspiradas en la figura universal de Carmen Amaya es una osadía y un atrevimiento, ya lo sé, pero, como os he comentado algunas veces, y lo cuento también en el apartado "sobre mí" de este blog, aunque nací en Barcelona, yo crecí en un ambiente principalmente andaluz y flamenco, y en mi casa se ha escuchado y se ha vivido siempre mucho cante, mucho baile y mucho toque de guitarra. Desde chiquitita siempre fui muy aficionada al baile flamenco, y me crié contemplando y admirando en discos y películas el nervioso taconeo de este genio universal.
Podría haberme inspirado en muchas bailaoras flamencas de las llamadas antiguas, como Pastora Imperio o Pilar López, o en alguna de las más modernas, como Sara Baras o Cristina Hoyos (a la que conocí en persona y de la que guardo un abanico firmado de su puño letra), por citar sólo algunas, pero, claro está, habiendo vivido el ambiente flamenco de la ciudad Condal, yo "barro para casa" y hay una figura que brilla en el recuerdo por encima de cualquier otra, y es aquella pequeña gitanilla del Somorrostro barcelonés, nacida a orillas del Mediterráneo en 1913, llena de nervio y de personalidad, a la que sólo le gustaba bailar y que decía que lo había aprendido "con las olas del mar".
Por eso, cuando me llegó el encargo de esta camiseta flamenca desde Terrassa (Barcelona) para mi tocaya Pepi Cuesta Camino (le mando un beso desde aquí porque se ha convertido en una seguidora entusiasta de Cá la Fina), en seguida "até cabos", que yo soy muy de eso, y me recordó toda esa época vivida en mi tierra, Catalunya, de noches de tablaos, de festivales de flamenco, de conferencias, programas de radio y artículos de prensa, que de todo eso he vivido mucho durante muchos años.
La cosa fue muy graciosa, porque fueron sus dos hijas, Laura y Pilar, las que se pusieron en contacto conmigo, cada una por su lado, para hacerle este regalo a su madre por el día de su santo y de su cumpleaños, que coinciden en la misma fecha, el 19 de marzo. Una me escribía por correo electrónico y la otra por Instagram, y las dos me pedían lo mismo, el mismo diseño de camiseta que estaba colgado en la tienda y que me pudísteis ver el pasado verano en este blusón playero (qué osada yo también). Yo estaba perpleja, porque pensaba que era muy curioso y muy casual que dos personas distintas me estuviesen pidiendo la misma camiseta a la vez, hasta la misma talla, y para la misma fecha. Para que veáis que no soy muy lista en eso de "atar cabos", porque otra hubiese sospechado que tenían algo que ver entre ellas (dos hermanas) pero yo no, yo pensaba "pues sí que tiene éxito la camiseta de la bailaora"... Así soy yo, despiste máximo.
El caso es que una dejó en "stand by" el encargo, y la otra confirmó enseguida y nos pusimos manos a la obra. Cuando ya estuvo listo y enviado, la que se lo estaba pensando (según mis conclusiones) me escribe y me dice "qué bien ha quedado la camiseta, ya me la ha enseñado mi hermana. A mi madre le va a encantar!" Como diría una amiga mía, "avíate"... O sea, que las dos habían estado organizando el regalo para su madre, cada una por un sitio, y yo había estado en medio sin "coscarme" de nada. Bueno, tampoco es tan extraño en mi, ya os digo que soy la reina del despiste.
Volviendo a la inspiración de la camiseta, cuando creé el diseño de la bailaora, intenté dibujar la silueta de esa artista que se marcha con paso lento hacia el fondo del escenario después de haber ofrecido una actuación llena de arte y compás, de sentimiento y de movimientos convulsos, como era el baile de Carmen Amaya, una gitana que desde bien pequeña dejó claro que lo suyo no iba a ser ir a la escuela como cualquier niño, sino acompañar a su padre, "El Chino" en sus actuaciones por muchos de los tuburios que existían en el barrio chino y en la Barceloneta, especialmente en el famoso restaurante "Las Siete Puertas". Carmen era una gitanilla de pura cepa que, con pocos años de edad, ya bailaba descalza al compás de la guitarra de su padre.
Críticos de renombre, como Sebastián Gasch, y bailarines consagrados, como Vicente Escudero, fueron los primeros en afirmar que Carmen Amaya iba a ser una auténtica revolución en el mundo del flamenco, una artista capaz de hacer vibrar cualquier escenario con su nervio, su dramática interpretación del baile llena de convulsiones, violencia e impetuosidad, un estilo propio que combinaba perfectamente dos formas de bailar: la femenina, de cintura a cabeza, con el protagonismo de los brazos y la mirada, y la masculina, con la velocidad trepidante del taconeo en sus pies. Ese falso aire andrógino, en ocasiones vestida con traje de hombre, con brazos musculosos y potencia en los pies (incluso cuando se ponía bata de cola) hizo que la compararan muchas veces con el estilo personal de otra fiera de la escena, la actriz Marlene Dietrich, coincidiendo en que han sido las dos mujeres que mejor han sabido vestir un pantalón (lo que en moda flamenca se conoce como vestir de corto).
Críticos de renombre, como Sebastián Gasch, y bailarines consagrados, como Vicente Escudero, fueron los primeros en afirmar que Carmen Amaya iba a ser una auténtica revolución en el mundo del flamenco, una artista capaz de hacer vibrar cualquier escenario con su nervio, su dramática interpretación del baile llena de convulsiones, violencia e impetuosidad, un estilo propio que combinaba perfectamente dos formas de bailar: la femenina, de cintura a cabeza, con el protagonismo de los brazos y la mirada, y la masculina, con la velocidad trepidante del taconeo en sus pies. Ese falso aire andrógino, en ocasiones vestida con traje de hombre, con brazos musculosos y potencia en los pies (incluso cuando se ponía bata de cola) hizo que la compararan muchas veces con el estilo personal de otra fiera de la escena, la actriz Marlene Dietrich, coincidiendo en que han sido las dos mujeres que mejor han sabido vestir un pantalón (lo que en moda flamenca se conoce como vestir de corto).
Foto: ABC |
La biografía de Carmen Amaya es muy extensa, llena de "tournées" artísticas, primero con el salto a Madrid, luego a París, Berlín y otras capitales europeas, y más tarde a América, un continente que recorrió con un éxito sin precedentes de Norte a Sur, triunfando especialmente en Nueva York, donde todavía se la recuerda como un icono del flamenco, con exposiciones y conciertos. De su vida personal se conocen sus relaciones amorosas con el guitarrista flamenco Agustín Castellón "Sabicas" y con otro guitarrista, Juan Antonio Agüero, con quien se casaría en 1951 en Barcelona, poco antes de empezar a enfermar. Fue una mujer muy familiar, muy generosa con los suyos, arrogante, decidida y muy leal, por lo que todos dentro del mundo artístico la apodaban "La Capitana", una auténtica líder, admirada por todos los grandes intelectuales y artistas de la época, como Charles Chaplin, Orson Welles o Greta Garbo.
Su paso por el cine también dejó una huella importante, con algunas películas muy conocidas como "La hija de Juan Simón" o "María de la O", pero la que más se recuerda sin duda es "Los Tarantos" (1963), película de Francisco Rovira Beleta que fue nominada ese año a los Oscar de Hollywood como mejor película en lengua extranjera, y que muestra un baile de Carmen por bulerías que ha creado historia en el mundo del flamenco. Carmen Amaya murió en Bagur (Girona), a la edad de 50 años, poco antes de que la película estuviese acabada y se estrenase, así que nunca pudo disfrutar del gran éxito que tuvo esta cinta y de su repercusión internacional.
Y aquí es donde voy a poner el punto y final a este gran atrevimiento que ha sido contaros un poco de la biografía de Carmen Amaya, y cómo me ha servido de inspiración para esta camiseta flamenca en tonos rojos, como la pasión de su baile, y blancos y negros, como las luces y las sombras de la vida de una artista irrepetible, y que forma parte de la nueva colección flamenca 2017 de Cá la Fina. ¿Conocíais la figura de Carmen Amaya? Espero que os haya gustado tanto como a mi, y si sois aficionad@s al flamenco, no dejéis de escucharla o de verla. Os impactará.
Ahí lleváis, enredados en esos volantes, un montón de besos y de gracias por estar ahí. Se os quiere un montón. Chao!