Si sabéis cómo sigue la frase es que conocéis unas cuantas canciones del verano ya, porque ésta es más antigua que el hilo de coser negro!
Hola, Finuc@s!
"No te olvides la toalla cuando vayas a la playa, wo, wo, sha la la, ye ye ye yé", nada, ya se me ha pegado la cantinela, y seguro que a vosotr@s también. Pero qué le vamos a hacer, es lo primero que se me ha ocurrido viendo las fotos de todas estas toallas personalizadas, lo cual delata también la edad que tengo, porque esta canción de Puturrú de fuá no es de ayer precisamente, jajajaja.
A lo que vamos: hoy el tema son las toallas de playa (o piscina) personalizadas, una prenda que empecé a bordar el año pasado por casualidad, por probar a ver qué tal, y si me descuido, acabo con todo el rizo de algodón de Portugal!
La historia realmente fue así, como siempre me pasa: el mensaje de una seguidora de mi página que me pregunta si hago toallas personalizadas, y yo que pienso para mis adentros "parece como si me hubiese adivinado el pensamiento, porque tengo ganas de probar a ver, voy a decirle que sí", y nada, sin darme cuenta, una lleva a otra, y otra a otra, y ya he bordado más de una docena en un montón de colores.
La primera toalla decorada surgió como un regalo de cumpleaños, la segunda porque una prima de la niña del cumpleaños se le antojó otra para ella (parecida pero no igual, para distinguirlas), la tercera otro cumpleaños, luego una combinada con un cesto para una comunión (pero ésas os las enseño en otro post, cada oveja con su pareja), en fin, un no parar hasta que llegó el invierno. Pero fue aparecer los primeros días de calor de la primavera y los encargos de toallas personalizadas volvieron también.
Con las toallas pasa algo un poco curioso, y es que son algo así como una edición limitada, es decir, que pocas veces puedo repetir el color del rizo. Eso se debe a que las compro en ocasiones puntuales (alguna promoción u oferta) y, claro, compro una o dos de cada color, y luego no las puedo volver a encontrar. Por eso, cuando se trata de algún color especial como el verde flúor de Natalia, no la puedo volver a repetir, porque no encuentro otra toalla igual, y también es casualidad que todo el mundo se enamore de la misma. La próxima vez que vea toallas de color verde flúor, palabrita del Niño Jesús que compraré una docena, para que quien quiera pueda tener la suya también, ay, señor...
Otro detalle que se repite mucho (o que me piden mucho) es el dibujo de la sombrilla de playa (muy propio, por otra parte). Imagino que es porque es un dibujo que no es demasiado infantil ni demasiado juvenil, que se adapta a cualquier edad y siempre queda bien, aunque para futuras colecciones tengo pensado innovar un poco y buscar otros adornos que queden igual de chulos y alegres.
La disposición de las letras es otra de las cosas que me da problemas, esta vez al coser, porque cuando intento ponerlas en línea, en paralelo con la cenefa, el punto de la toalla cede y me cuesta mucho que salgan derechas (os recuerdo que soy completamente amateur y autodidacta en esto, y que mi máquina de coser es una doméstica de las más sencillas), así que estoy optando por ponerlas en círculo alrededor del dibujo, como en el caso de la toalla de Carlota, y me está funcionando muy bien. Así que las próximas es muy probable que también sean así.
Y aunque aquí sólo han coincidido las de niñas, no sólo ellas tienen su modelo de toalla personalizada, también las tienen los niños, como visteis en el anterior post con la toalla de Rodrigo, y alguna más que os enseñaré más adelante en otro post. Sea verde, fucsia, azul o naranja, recuerda: no os olvidéis la toalla. Es más, ya os digo yo que va a ser imposible dejarse olvidado algo tan llamativo y tan personalizado.
Yo voy a ver si encuentro la mía y salgo pitando para la playa. No cansaros mucho y disfrutad todo lo que podáis, que nos leemos en el próximo post. Un millón de besos. Chao!
