Hola, Finuc@s!
Por increíble que parezca, ¡sigo viva! En las últimas semanas he estado desaparecida del blog, pero no quería que acabara el año sin pasar por aquí a desearos felices fiestas y que no pareciese que me había despedido a la francesa, que me había ido sin decir nada. Por eso he pensado que hoy nos sentemos alrededor de la chimenea, la estufa, el brasero...que hace mucho frío y apetece, y compartamos un ratito explicando un cuento de Navidad...
Erase una vez que se era una alegre y bella costurera que habitaba en un reino del sur, de nombre Fina (como el cuento lo explico yo, me tomo la libertad de escoger papel...), y cuya mayor ilusión era la de coser prendas bonitas llenas de colorido y de adornos. Todo lo que cosía nuestra protagonista gustaba mucho, la piropeaban a cada instante y alababan el cariño que ponía en todo lo que hacía, y había épocas del año, como la primavera y el verano, en las que no paraba de coser y coser, todo el mundo recurría a ella para encargarle alguna cosa bonita y personalizada para regalar.
Pero llegó el otoño, y nuestra costurera cada vez recibía menos encargos... Ella sabía que esa tranquilidad no duraría demasiado, que pronto llegaría la Navidad y tocaría darse prisa y afanarse para poder atender a todos los pedidos para regalar, pero mientras tanto... se pasaba el día matando mosquitos, que en el sur, concretamente en Huelva, son como aviones, y no se marchan ni en invierno. Aquí se quedan, para no dejarte conciliar el sueño por las noches. Y mientras los mataba a pañuelazos, soñaba con tener algún día el taller lleno de encargos todos los días, y ser cada vez más rica y famosa...total, soñar es barato...
Un día de ésos que estaba sin nada que hacer, porque nadie le escribía ni le llamaba para encargarle ninguna prenda, la emprendió a golpes de trapo con los mosquitos, que estaban un poco jartibles ya, y le pilló el truco tan rápido que, en una de ésas, mató siete mosquitos de un golpe. Ostras, qué artista, ¿no? Porque ser artesana te da ese punto también de artista, de que cuando haces algo bien, te dan como ganas de aplaudirte y todo. Así que nuestra costurera se vino tan arriba que corriendo se fue a las redes sociales del reino y, con fotos de las que le hacía a sus creaciones (para que quedara más bonito de ver), jugando al doble sentido, hizo correr la voz de que habían caído siete de golpe.
El equívoco debió de ser tan grande que todo el mundo pensó que la costurera estaba en un no parar (para nada), que a este paso se iba a hacer rica! Al momento, sus seguidor@s (que también l@s tenía, claro) y otr@s internautas que navegando por la red habían descubierto su página, empezaron a pensar que lo que hacía esta artesana debía de ser muy fácil, porque si cosía tanto y tan rápido, debía de ser algo muy sencillo de hacer, y que si a alguien le gusta lo que hace, entonces no es un trabajo y tampoco se debería cobrar por ello, o al menos, no tanto... ¿Quién cobra por hacer algo que le gusta? A lo mejor es un pecado y ella no se había enterado. Se acercaban las fechas de Navidad, y tal y como la costurera había pronosticado, empezaron a llegar correos y mensajes solicitando sus servicios. Empezaba el rock and roll!
Todos los mensajes que le llegaban empezaban siempre igual: "me encanta lo que haces, es bonito y original, y quisiera que me hicieras algo especial para mí". Nuestra costurera caía rendida enseguida por tanta amabilidad y tanto halago, igual que lo habían hecho los mosquitos debajo del trapo, y se comprometía a cumplir con el encargo encomendado. Le dedicaba horas, esfuerzo e ilusión para que ese encargo llegase a tiempo y fuese el diseño más bonito del mundo mundial, y muchas veces se veía recompensada, pero había otras veces en las que no... Algunas veces, esas mismas personas que la habían llenado de piropos la menospreciaban y la minguneaban, dejándole ver que su trabajo no tenía tanto valor como ella quería darle. ¿Dónde vas...?
Algunas personas, abusando de una "supuesta" amistad, le decían "ya quedaremos un día para tomar algo y te pago", como si ella tuviese que recorrerse los bares del reino para cobrar su trabajo; otras recibían un regalo o una atención especial y la ignoraban y ni le daban las gracias, dando por hecho que era su obligación tener detalles con sus clientas. Aunque las peores eran las empresarias que acudían a ella para vender sus prendas en sus negocios y le regateaban una y otra vez el precio, sin entender que cada pieza que salía de sus manos estaba hecha con muchas horas de dedicación, con mucho mimo y muchas imperfecciones también, prueba de que cada prenda es original y diferente. "Es que si no me lo pones más barato, yo no voy a ganar nada..." ¿Y ella? ¿Qué iba a ganar ella? Regalando su trabajo para que otras personas se beneficiasen a su costa... para eso siempre estamos a tiempo, no te fastidia...
No se sabe si es porque se acercaba la Navidad, y es época en la que todo el mundo está un poco más sensiblón, o porque se había regalado demasiado los oídos con los piropos que le dedicaban y se lo había creído (¡error!), pero nuestra costurera empezó a afectarse un poco más de la cuenta, empezó a plantearse si tanta dedicación valía realmente la pena y sino era mejor acabar dedicándose a coser para ella misma y dejarse de tanto mundo 2.0. Se quedaba en blanco cada vez que se sentaba delante de su blog, no tenía nada que contar, al menos, nada alegre y simpático. Sentía la necesidad de volcar sobre su página toda esa rabia que se le estaba amontonando dentro, pero tampoco tenía las fuerzas necesarias. Se le estaba esfumando la ilusión, el gusto por hacer cosas nuevas, cosas divertidas y originales.
Pero como un milagro de la Navidad llegaron al rescate sus incondicionales: su familia, sus amig@s, sus auténtic@s fans, y le pusieron por delante retos artesanos que la motivaron otra vez, nuevos encargos que la llenaron de ilusión y de energía renovada. "No te indignes, siempre habrá quien no respete ni tu trabajo ni el de nadie, hay gente así", o "prepárate, que te estoy esperando para algo muy, muy gordo", o "quiero que tú lo hagas, que eres la que sabe, porque sino se te ocurre a ti, no se le ocurre a nadie", o "tengo claro que las cosas que tengo hechas por ti son muy especiales"... Y la artesana se creció, con todo lo chiquitaja que era, se vino arriba una vez más, y empezó a mirar al frente con nuevos proyectos, con la lección aprendida también, sobre en quién se debe confiar y en quién no, y a qué palabras se les debe dar importancia y a cuáles no. Pero es lo que yo digo, cuando una es artesana, es muy artista también, y los artistas son muy sensibles a las críticas y a los menosprecios. Lo suyo es saber distinguir lo que merece la pena y lo que no, y dar valor a quien te lo da a ti también.
Y, colorín, colorado, este cuento se ha acabado! Una versión libre del cuento original de los hermanos Grimm, "El sastrecillo valiente", que he adaptado a mis vivencias y a mi forma de sentir en las últimas semanas. Por eso he estado desaparecida de por aquí, porque el ánimo y la ilusión no me acompañaban, pero nada en absoluto. Pero lo bueno de tocar fondo es que sólo puedes subir, y yo tengo la suerte de tener muchas manos que me ayudan a subir cuando me caigo, que suele ser a menudo (como dice mi madre, parezco un burro flojo, siempre estoy por los suelos rodando como una croqueta). Y ahora ya voy para arriba otra vez, con muchas ganas de hacer cosas nuevas y de volver a enseñarlas por aquí y compartirlas con vosotr@s, como todas las que habéis visto en las fotos de hoy, un pequeño resumen de lo que ha dado de sí el año en el taller, aunque faltan camisetas, y capazos, y canastillas...pero como de todo eso vais a ver mucho en los meses venideros, no me voy a repetir más.
Ahora me despido por un par de semanas otra vez, pero que no cunda el pánico, que ahora es por vacaciones y para ir de compras a buscar nuevos materiales y detalles para la colección del próximo año. Como sé que habéis sido tod@s muy buen@s y excelentes personas, estoy segura de que vais a recibir muchos regalos estas navidades, así que sólo me queda desearos que paséis unas felices fiestas y que recibáis con alegría a un 2017 lleno de prosperidad, salud, amor y mucha costura también! Muchos besos para todo el mundo, que se os quiere un montón!! Chao!